sábado, 24 de noviembre de 2018

Dios salve a la Reina

Llevo siendo fan de Queen desde niña. Al descubrir su música me abrí al mundo del rock.
Claro que, por aquel entonces, no entendía nada de lo que decían, ni lo transgresores que fueron. Y hasta hace muy poco, no conocía con detalle lo que fue Queen, la historia bajo su leyenda, hasta que contaron su historia con una película.
Yo me aficioné muy rápido a Freddie Mercury, cuya voz me parecía como venida de los dioses, y comencé a indagar sobre su vida y a escuchar más música. Recuerdo ver el videoclip de I Want to Break Free, no entender nada, pero quedar maravillada por esa irreverencia. Por crear cosas que nadie antes había hecho, por esa vanguardia. La historia de la banda, de cada uno de sus constituyentes, y todo lo que plasmaron en su música, me sobrecoge hasta tal punto que a veces me cuesta escuchar ciertas canciones debido la melancolía que me producen.
Por eso esta película me ha llegado al alma. La manera en la que está contada, empezando con un flash-forward y con un ritmo que asciende durante toda la película hasta llegar al clímax con el concierto del Live Aid del 84. Los sentimientos y situaciones que vivieron juntos, los momentos críticos de la banda, te acercan un poco más a ellos.
Los cuatro actores principales hacen un trabajo excepcional, y no solo por la extraordinaria caracterización. Gwilym Lee y Ben Hardy, fueron ayudados por los Brian y Roger reales, mientras que Joe Mazzelo, actor que interpreta a John Deacon, no tenía referente en el que apoyarse. Y los tres recogen en su actuación lo que fueron (y todavía algunos son) en esa época.
Rami Malek revive a Freddie Mercury, capta su esencia de modo que sientas que le estás viendo a él, que vivas cada actuación. Es evidente que Freddie es incomparable, inimitable; pero el trabajo de Rami es tan preciso que resulta inevitable emocionarse.
La película es tan arrebatadora que cuesta describir lo que hace sentir.
¡Qué envidia me produce no haber podido deleitarme con la voz de Mercury en vivo!
¡No haber podido responder a sus improvisaciones en directo!
Dichosos aquellos.
Nunca superaré a Queen. Lo que me transmiten sus canciones, las letras plasmadas de significado que me hacen reflexionar sobre lo que fueron, los solos de guitarra de Brian May que tanto me emocionan…
Y no solo por eso, sino que todo ese estilo de los 70 y la irreverencia de Freddie han ayudado a encontrarnos a nosotros mismos, a descubrir nuestra sexualidad, a perder la masculinidad tóxica, a ser más valientes y expresarnos como somos, a darnos cuenta de quién somos en realidad. Quizás es porque somos diferentes por lo que nos emociona tanto.
Nunca tendré el privilegio de ver a Queen en concierto, pero quiero pensar que esta película, con un guion realizado por quien mejor lo conoce, su caracterización, maquillaje y vestuario, y el cuidado del más mínimo de los detalles, se asemeja aunque sea un ápice a lo que fueron en su época.
Hoy, 24 de noviembre, hace 27 años de la muerte de Freddie Mercury. Una leyenda que, aunque pasó la mayor parte de su vida sintiéndose solo, dejó el mundo al lado de las personas que le querían: Jim Hutton, el amor de su vida y la banda, que era su familia.
Es una historia sincera, dulce y, en ciertos momentos desgarradora, que no deja indiferente a nadie. Porque todo el mundo ha escuchado alguna vez We are the Champions o el ritmo de We will rock you. Porque estamos hablando de una leyenda. De un Dios.