En la madrugada previa al primer partido de liga no soy capaz de estarme quieta, de dormir, de pensar en otra cosa (y con los parciales a dos días).
Solo se me viene a la cabeza la frase que me decía mi entrenador de baloncesto antes de los partidos cuando me veía sentada, decaída, arrasando con las uñas: ''Cuando alguien se pone tan nervioso antes de jugar es porque le importa de verdad y quiere hacerlo bien''.
Debe ser que me importa. Y mucho. Me va el corazón a mil.
Yo, que nunca fui de jugar en equipo, he pasado del baloncesto al rugby, que es incluso más colectivo. Me da miedo no estar a la altura de mis compañeras y defraudarlas; que no nos salgan jugadas y me empiece a agobiar y quiera dejar de jugar. No quiero que eso me pase y, a la vez, no creo que me vaya a ocurrir por lo que sentí en el primer partido. Esa libertad, esa fuerza.
Me agobia perder, no dar todo lo que hubiese podido, salir con mal sabor de boca...
A saber...